24/8/10

Pensando en voz alta sobre la conversación

Uno cree que cuando dos personas debaten lo hacen para acercarse todo lo posible a la verdad, esto supone un acuerdo tácito sobre su existencia y un mínimo respeto por la lógica y el sentido común. Para lograr el objetivo solo contamos con herramientas muy rudimentarias como ciertamente lo son el lenguaje y la razón. Supongo que existen otras formas de conocer una noción como las vivencias, la intuición y el camino de las emociones; también considero esto como una forma de lenguaje y en última instancia se vuelve consciente a través de la razón. Es maravilloso. ¿Pero cuál es el problema entonces? Hay varios. Lo mas común es que los interlocutores no se escuchen como corresponde. Encima que las herramientas son limitadas, el desconsiderado participante está pensando como desarticular la argumentación del prójimo en lugar de hacer el mínimo esfuerzo por comprender lo que dice. Es un clásico de todos los tiempos. Otro caso es el que me aflige y me llevó a retomar este tema, es el que se da cuando uno de ellos no reconoce la existencia de la verdad ni está dispuesto a respetar mínimamente las reglas, pero ojo: no lo da a conocer, se lo guarda. El intercambio se vuelve farragoso e inconducente. Ocurre que el propósito de este tipo de gente es el debate en si mismo, como pasatiempo. En general tienen una dialéctica florida y un sinnúmero de citas de renombrados pensadores. Muy hábiles para confundir con una batería de sofismas y relativismos variados. Es una pena que no utilicen ese talento para hacer algo positivo. Recomiendo saber detectar a tiempo a ese tipo de sujetos, se van a ahorrar mas de un disgusto y podrán destinar sus horas a algo mas gratificante (salvo que usted sea uno de ellos).

19/8/10

Lectura recomendada

Siempre recomiendo pasar por Todos Gronchos, compañero y amigo, cultor del buen humor e inspirado cronista del hiperrealismo grotesco de la patria. Pero este caso es especial: Progresismo. Concepto y objeto. Un texto donde describe con precisión y gracia al componente mas característico de la decadencia argentina: el progre.